El cáncer de mama me enseñó a valorar cada día mi vida

El día que me diagnosticaron el cáncer de mama, fue una mañana muy fría para mí. No pude hacer ninguna pregunta al doctor porque mi proyecto de vida se derrumbaba frente a mí, me quedé helada sin poder articular ninguna palabra, aún recuerdo los pasos agigantados que di al salir del consultorio. Cuando llegué a mi casa lloré inconsolablemente y decidí involucrar a mi familia en este proceso, siempre he tenido su apoyo incondicional, pero me atormentaba el hecho de pensar que mi hija podría quedar huérfana. El día de la mastectomía sentí nerviosismo, escuchaba las indicaciones, pero no las entendí del todo. Cuando me desperté y toqué la venda en mi pecho, pensé que lo que me hacía daño se tuvo que ir de mi cuerpo.

Esa noche dormí feliz pensando que el tratamiento había terminado. Por la mañana cuando pasó el cirujano me explicó que el tratamiento dependería del resultado de patología, me dieron de alta y rumbo a mi casa me fui pensando que más me faltaba por pasar. Tenía mucho miedo, pero ante mi familia fingí estar tranquila. Llegaron muchas visitas y eso mejoraba mi estado de ánimo, les agradezco infinitamente a todas esas personas que me daban palabras de aliento, los días pasaron y mi recuperación fue lenta.

Cuando me dieron los resultados de patología y me dijo el doctor que me tenían que dar tratamiento de sostén con ocho quimioterapias, fue una noticia muy dura, un profundo dolor se apoderó de mi cuerpo. Me citaban cada 28 días y antes de cada quimioterapia me hacían estudios de laboratorio,

En el primer mes de quimioterapia se me cayó el cabello y las cejas, tuve que raparme, lloré inconsolablemente en la estética, no quería salir a la calle sentía que todas las personas me miraban. Mi hermana me regaló una peluca, no puedo describir la seguridad que me dio utilizarla, es algo incómoda, por lo que en casa no la utilizaba, solo en casa me sentía libre. En la cuarta quimioterapia me empecé a debilitar físicamente, pero mi espíritu cada día se fortaleció más. La trabajadora social es un ángel en ese hospital, nos reunió a las pacientes y nos invitó a hacer un grupo de Whatsapp para contar nuestras vivencias y apoyarnos mutuamente.

La mayoría viajamos y nos acompañamos cuando viajamos solas a nuestro tratamiento, gracias a Dios, siempre me han acompañado. Al término de mis quimioterapias, el oncólogo me dijo que por cinco años tengo que tomar un tratamiento hormonal para prevenir el cáncer de mama. 

Durante todo este proceso fue un cambio total de mi vida cotidiana. Ahora valoro cada instante de mi vida, cada día que pasa es un milagro, poder respirar, ver a mis seres queridos, en mi grupo de Whatsapp. A varias compañeras les ha aparecido nuevamente esta terrible enfermedad, otras han fallecido.

La lección de vida que me deja esta enfermedad es que existen personas en situaciones peores. Ahora disfruto más de las cosas cotidianas, sentir el viento sobre mi rostro, la lluvia, el aroma de las flores, trato de no estresarme por situaciones que no puedo cambiar. Agradezco a todas las personas que me brindaron un trato humano, una sonrisa un gesto amable, ya que esas pequeñas cosas me fortalecen mi espacio espiritual.

*Estas palabras forman parte del libro en prensa Rostros en la Oscuridad: Cáncer, un libro que reúne relatos diversos de personas afectadas por el cáncer.